La semana pasada te conté como mi espíritu de peaceful warrior me llevó a un viaje hacia lo desconocido. Esta semana, fue por ese mismo espíritu que terminé perdida en Baranoa, un pueblo rumbo a Cartagena, en un carro manejado por un gringo, persiguiendo a una ambulancia buscando salir de un callejón cerrado.
Aunque otra vez me encontraba en un mundo desconocido (con sabor surreal), esta vez el verdadero reto fue tomar una decisión acertada bajo presión tanto de tiempo como de mis dos compañeros de viaje.
Al estilo Bollywood, la historia de los tres viajeros (o de “Las Hermanas Suarez y el Gringo” – como decidimos llamar nuestra aventura digna de película), tuvo un final feliz. Cosa que ninguno de los tres sabia en el momento cuando contradije a los demás e insistí hasta convencerlos que debíamos arriesgarnos y continuar hacia nuestro destino final – Cartagena – en vez de dar la vuelta y devolvernos a Barranquilla.
Al tomar esa decisión arriesgué perder nuestro vuelo de regreso a casa – y quedar responsable por el costo de tres tiquetes de avión y la salud mental de una mamá que tardaría un día más en llegar a casa a ver a sus tres hijos.
Entonces ¿en medio de todo como fue posible tomar la decisión acertada?
Antes que cualquier cosa, te recuerdo que cuando de decisiones se trata, su calidad se mide por los resultados que obtienes. Y punto. Es decir, para tomar una decisión, puedes guiarte por la metodología mas sofisticada, pero si no consigues los resultados que buscas, de nada te sirve seguirla.
Para ayudarte a tomar decisiones más acertadas – aquellas que te llevan a alcanzar tus metas – aquí comparto el insight que aprendí mirando un callejón cerrado en Baranoa.
- Objetivos claros – es lo más poderoso que puedes tener al comenzar el proceso de decisión. Ya que sin saber que buscas, jamás sabrás si estas próximo a encontrarlo – o si arriesgas perderlo. Por lo tanto te recomiendo definir que buscas alcanzar por medio de tu decisión, antes de lanzarte a decidir. En mi caso, tenia claro que lo que más importante e urgente de nuestro día era completar varias tareas en Cartagena. Teniendo en mente nuestro destino al final de esa carretera llena de polvo (y perros flacos) procedí a analizar la situación.
- El peor escenario – considerarlo no es cuestión de ser pesimista. Si lo puedes asumir, procede con tu decisión. En caso de que no puedas asumirlo, tienes la opción de explorar otras posibilidades. En este caso sabia que no completar nuestras tareas en Cartagena era peor que pagar por tres tiquetes de avión. Por eso presioné a mis compañeros a continuar nuestra travesía por ese mundo macondiano.
- El mejor caso – también es importante saber que podrías ganar si tu decisión es acertada. Así podrás comparar que pesa mas – ¿el riesgo o la ganancia? En este caso, como ya sabes, llegar a Cartagena era lo único que importaba aunque se veía como un espejismo a través de la ventana empolvada del carro.
- Confía en tus emociones – mas que todo porque tus emociones, lo que sientes, no miente. No sabe como. Si revisas bien, te darás cuenta que tomar decisiones acertadas se siente diferente ya sea en el vientre o el cuello o demás partes de tu cuerpo donde tiendes a sentir emociones, que tomar decisiones no acertadas. Siendo así, te recomiendo convertir las emociones en aliadas estratégicas – y aprender a sentirlas en tu cuerpo. Empieza por identificar las partes del cuerpo más sensibles a tus emociones.
La próxima vez que te encuentres a puertas de tomar una decisión, contemplando como proceder, acuérdate que no tomar una decisión, también es una decisión. Por eso te recomiendo tomar control del proceso ya que así mejoraras la calidad de tus decisiones y los resultados que alcanzas.
Gracias Seracat por la foto.